Seguro que desde ahora hasta el próximo día 10 de abril desde laSexta (y desde la «prensa deportiva», y desde «Los Manolos», y desde cualquier lado, porque hasta en tdp lo tratan desde un estúpido madridismo el asunto) nos empiezan a martirizar con el Madrid-Barça. Que sí los 2 mejores equipos del mundo (lo del Barça lo entiendo, pero el Madrid ya está en el 2º bombo de la UEFA), que si CR9 contra Messi, que si la Liga en juego que si bla,bla,bla. Yo lo tengo muy claro; aunque debería estar estudiando Cuidados Paliativos, supongo que me iré a Capitol a ver a Standstill… en vez de ver el partido -la ida ya me la perdí por estar en aeropuertos de segunda…
Pero, aparte de ese egocentrismo y fanatismo tan propios del español medio, si somos objetivos, y nos abstraemos de nacionalismos absurdos, esta noche se enfrentan en un terreno de juego los equipos que más empeño ponen en dignificar un deporte tan vacío en nuestros tiempos de espíritu competitivo y deportivo, y que se comporta como un asqueroso lobby que mantienen unas deudas escandalosas y al que se le consienten privilegios fiscales y políticos simplemente por ser el «opio del pueblo». Señor@s, háganme caso y disfruten del espectáculo: Arsenal – Barcelona. Y todo sea dicho de paso, aunque se salve el descafeinado ManUtd-Bayern, el único partido que parece propio de esta eliminatoria de Champions, porque el resto…¡telita!
Después del Celta, son mis dos equipos favoritos. De hecho, cuando era un niño (y no fue hace tanto tiempo), era ferviente seguidor culé. Es más, me acuerdo de celebrar el penalty fallado por Djukic que le daba una Liga en la última jornada al Barça de Cruyff. Sin embargo, el asunto se acabó en ese mismo año, 1994, con la final de Champions que perdieron 4-0 contra el Milan. Recuerdo haber llorado como una magdalena, casi tanto (y ya entonces me molestaba), que cuando un coche había atropellado a mi perro el año anterior. Así que, como se dice, hice borrón y cuenta nueva (todavía tenía goma suficiente), y tras un coqueteo con el eterno rival -me fascinaba cómo jugaba Rivaldo, qué queréis-, desde entonces empecé a ser del Celta.
Al mismo tiempo, (bueno, un poco más tarde), llegaba al Arsenal Arséne Wenger. Era 1996, y todavía estaba fascinado cómo se habían llenado los campos ingleses en la Eurocopa. Para mí, desde aquella perspectiva, lo mejor del mundo era ser hooligan, animar enfervorizadamente a mi equipo (a pesar de los típicos coloretes sobre el clásico tono pálido inglés), y cantar a pleno pulmón Blur y Oasis en un estadio de fútbol. Y, además de eso, unos futbolistas que entendían el juego de ataque como presión, posesión y velocidad. Porque mira que jugaban bien los Bergkamp, Overmars y Henry… Más tarde, en 2004, el Celtiña se cruzó al Arsenal en octavos, y nos tocó el equipo que ganó la Premier League acabando invictos. Y que encadenó en Liga inglesa 49 partidos sin perder.
Por ese mismo entonces, el fútbol de toque volvía a Can Barça. Tras un comienzo titubeante con Rijkaard en el banquillo, encadenó una 2ª vuelta bestial en la que sólo perdió contra… el Celtiña. Y sí, volvía a ser 2004, y el Celtiña pasaba de jugar la Champions por primera vez en su historia, y, lo que es más importante, de inventar la joseignaciada, a descender a Segunda ganándole a un equipo que lo ganó (casi) todo en la 2ª vuelta, con un Ronaldinho empezando a deslumbrar.
Pero todo esto era para algo. El día que se enfrentaron en la mejor final de Champions de esta década los dos equipos que nos ocupan -aunque ya sé que la del ManU y el Chelsea tuvo un final que ni Los Serrano-, aunque me alegré por el resultado final en la misma medida que me dieron pena Fábregas y Almunia, tuve el mejor descuento de partido de mi vida. Y no, no tiene que ver con sexo. Me llamaron al móvil, y al otro lado, sin terciar palabra, sonaba esto –sí, la mítica canción de los deportes de laSexta-. En directo. Y desde aquí, Contreras, te sigo estando agradecido.
Y soy consciente de que me he desviado del asunto. Tanto el Arsenal como el Barça son dos delicias en un campo de fútbol. La capacidad que demuestran para plantear el juego de ataque desde el toque y la posesión, en la que todos los hombres saben tanto atacar como defender, en el que los jugadores demuestran sentimiento de pertenencia al club, en los que se dan oportunidades y se miman a los jugadores jóvenes, y en la manera en la que el talento se impone al músculo, hacen que merezca todavía la pena soñar con este deporte.Y todo esto, demostrando que incluso se puede seguir un modelo financiero viable. Y vale, ya sé que no es algo nuevo, pero siento que debía decirlo.
En esta ocasión no tengo favoritos. Sólo espero que quien pase la eliminatoria, gane la Champions. Por justicia poética a este deporte. Y el que no lo haga, que gane su liga doméstica. Porque, en el fondo, son los únicos que justifican el precio de las entradas, o de las camisetas, o de los contratos de TV. Gracias por los próximos, al menos, 180 minutos. PD: Y si no os fiáis de mi opinión, os dejo la de un experto: Maldini.
PD2: O la de otro: Axel Torres.